ArquitecturaArquitecturas perdidasÉdouard DelaporteMadrid

Palacio del Duque de Uceda o Palacio de Medinaceli

Nos situamos en la segunda mitad del siglo XIX. En 1860 Madrid llega hasta lo que ahora es la plaza de Colón, y ahí se ubica lo que queda de la puerta (o portillo) de Recoletos que será desmontada y sus piedras reutilizadas.

La ciudad sigue creciendo y los terrenos a las afueras son ideales para que una nueva aristocracia surgida del comercio, la banca y los negocios se instale a lo largo del entonces Paseo de los Recoletos y continúe por el nuevo Paseo de las Delicias de Isabel, II, que luego fue Paseo de la Fuente Castellana, y que finalmente se quedó sólo en Paseo de la Castellana.

En 1864 el Duque de Uceda se construye un palacio estilo francés, muy criticado en la época. Las piedras de la fachada vinieron en tren desde Francia. Hasta hace poco fue atribuido a Mariano Andrés Avenoza, aunque se han encontrado planos del mismo firmados por Édouard Delaporte, que hizo proyectos análogos con destino a diferentes países.

La  «mansarda» negra (esa especial forma del techo que recubre todo el desván) hizo que fuera conocido como «casas de réquiem» por su parecido con un ataúd. La decoración era suntuosa y estaba adornado con artesonados y frisos. Pinturas al temple y al fresco de Cecilio Pla y Dominguez y cuadros de Bayeu, yerno de Goya.

Poco tiempo disfrutó el Duque de Uceda del palacio, ya que a los pocos años se lo vendió al marques de Salamanca, quien no llegó a habitarlo y en 1890 finalmente lo vendió a la duquesa de Medinaceli. Esta es la razón por la que al palacio se le conocía por todos estos nombres.

Sufrió un incendio en 1917 que afectó a la fachada principal y que nunca se reformó por completo. También fue sede de un pequeño museo de historia natural creado por el Duque de Medinaceli con sus colecciones, si bien fue trasladado al museo de Ciencias Naturales por la guerra civil.

Finalmente, la especulación urbanística acabó con el palacio, que fue derribado, con el NO-DO de testigo, en 1964 para construir un hotel de 1000 habitaciones que finalmente no fue construido y que se cambió por un edificio de apartamentos bastante feo llamado Centro Colón.

Una historia triste de mala conservación del patrimonio que desafortunadamente es una más en esta ciudad.

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