ArquitecturaEdificios singularesFrancisco Javier Sáenz de Oíza Madrid

Torres Blancas

Uno de los edificios más carismáticos de Madrid. Y el edificio de los bulos, por que… ni son torres, ni son blancas.

El bulo más extendido es que originalmente iban a ser blancas pero que no había dinero para el cemento blanco o el supuesto mármol del que iba recubierto. Pero no, parece que la idea fue siempre el hormigón visto y según una entrevista al hijo de Oíza, arquitecto de este edificio, en El País: «El hormigón visto estuvo siempre en el origen del proyecto, se bautizaron Blancas en honor a las pinturas y el purismo de Le Corbusier» (https://elpais.com/diario/2010/01/18/madrid/1263817466_850215.html). Hay quien incluso quiere ver restos de lo que hubiera sido el soporte para el mármol, pero hagamos caso al hijo del arquitecto que algo sabrá.

El segundo, el más evidente: por qué «Torres» si sólo hay una. Pues esto no fue por falta de dinero, como se dice, sino por las pegas del ayuntamiento, que no se atrevió a dar licencia para dos torres ante la complejidad de la construcción.

El último bulo, que la constructora se arruinó y pagó al arquitecto con pisos, es bastante más fácil de contrastar: la constructora Huarte siguió existiendo después de construir el edificio (al menos hasta el año 1985 cuando fue vendida) y, aunque efectivamente, Sáenz de Oíza recibió como parte del pago un piso en propiedad, era una práctica habitual en la época. Y digo que es fácil de ver que esto es un bulo porque Huarte, el dueño de la constructura, era un millonario que se tomó este edificio como una labor de mecenazgo, incluso regaló o cedió un piso a Camilo José Cela.

El edificio es una maravilla para la vista, y su arquitectura orgánica no deja indiferente. Está organizada con forma de trébol o esvástica y construida mediante unión de círculos. La idea era que creciera orgánicamente, como un árbol, recorrido verticalmente por escaleras, ascensores e instalaciones, como si fueran los vasos leñosos del árbol y con las terrazas curvas agrupadas como si fuesen las hojas de las ramas.

 

 

 

 

 

Oíza, gran maestro de arquitectos, contaba en una de sus clases que la recepción se le ocurrió tras un dolor de muelas.

  

Pero no sólo los pisos estaban pensados para tener grandes terrazas circulares que fueran jardines, sino que en la azotea también se incluyó una zona común con una piscina curva y un restaurante, que servía comida a todo el edificio y la hacía llegar mediante montacargas directamente a los hogares.

 

 

Pese a todo tampoco a todo el mundo le gustó y las críticas de sus inquilinos respecto a la dificultad para amueblar un piso con paredes curvas son lo más extendido. También el ruido de las carreteras que lo rodean y que muchos vecinos cerraron las terrazas sin seguir las indicaciones que dejó el arquitecto, consiguiendo un batiburrillo de estilos en el edificio.

De Sáenz de Oíza no será la última vez que hable, ya que tengo pendiente traer aquí el edificio del banco de Bilbao, otra maravilla recientemente convertido en BIC.

Ah y para acabar el último bulo: se dice que John Malkovich tiene un piso en el edificio.

 

 

Un comentario en «Torres Blancas»

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