Antonio PlóArquitecturaEdificios singularesMadrid

Basílica de San Francisco el Grande

La historia de la Basílica de San Francisco el Grande es un poco como la misma basílica… enorme, recargada y con una amalgama de artistas, épocas y estilos difíciles de hilar.

La entrada es un poco abrumadora por la enormidad de su cúpula circular, publicitada como la tercera en tamaño de la cristiandad. Luego si investigamos un poco es cierto que lo es, tras el Panteón de Agripa y San Pedro del Vaticano, pero pasa a ser la cuarta tras la Santa Maria del Fiore en Florencia, que es octogonal, no circular. Este enorme tamaño tiene el inconveniente del peso, que se alivia mediante el adelgazamiento del grosor de las paredes de ladrido, que pasa de tres metros en su base a sólo uno en la parte más alta, coronada por una linterna. Este gran peso también es culpable de su baja altura comparada con la anteriores iglesias mencionadas.

La visita es guiada, en nuestro caso por un guía muy sincero, que nos fue mostrando primero cada una de las seis capillas laterales, todas coronadas por su pequeña cúpula y todas decoradas en estilos diferentes siguiendo el eclecticismo histórico de moda en el s.XIX. En la primera está el tan publicitado cuadro de Goya, una de sus primeras obras en la capital, que le sirvió para entrar en la Real Academia de las Bellas Artes de San Fernando, mucho antes de ser pintor de la corte, y en el que se puede ver un autorretrato suyo (algo muy habitual en la pintura religiosa es utilizar rostros de personas comunes, nobles, mecenas y religiosos). La visita pasa por el altar mayor, con unos impresionantes púlpitos en mármol de Carrara, y luego por la galería que sería equivalente al deambulatorio, la antesacristía y la sacristía. El recorrido es bastante abrumador, repleto de nombres de pintores y escultores que hoy no nos suenan a nada pero que en su época tuvieron cierta importancia en incluso en muchos casos fueron pintores de la corona. También que la mayoría de cuadros, sillerías e imágenes vienen de otros monasterios de la orden que desaparecieron tras la amortización de Mendizábal.

Un follón, vamos.

Los orígenes de la basílica son muy antiguos y la tradición cuenta que san Francisco de Asís descansó aquí, camino de peregrinación a Santiago. Pasó tiempo en una cabaña, como la que hacían entonces los franciscanos, hecha de tabla con ramas. Posteriormente hubo un pequeño convento de franciscanos. Ganó en importancia al establecer Felipe II la capital en Madrid,  y se convirtió en uno de los edificios religiosos más importantes del Madrid del Antiguo Régimen, llegando a recibir la custodia de los Santos Lugares conquistados por los cruzados.

En 1760 se decide que hay que renovar el convento y se demuele entero. En la búsqueda de arquitecto primero se elige a Ventura Rodríguez (Capilla del Palacio Real, fuentes de la Cibeles y Neptuno), pero se desestima y se elige a un fraile, Francisco Cabezas, que finalmente acaba siendo sustituido por problemas técnicos y la presión de Ventura Rodríguez (¡que mal perder, Ventura!) por Antonio Pló, quien finalmente termina la cúpula. El edificio será terminado por Sabatini.

En 1808 llega la invasión napoleónica y José I piensa en dedicar el edificio a Salón de Reinos,  pero finalmente acaba siendo hospital. Volviendo a su uso original tras la guerra de independencia.

Poco más que contar hasta la desamortización de Mendizábal en la que desaparece el convento y en su lugar actualmente podemos ver un parque llamado Dalieda de San Francisco especializado en Dalias. La basílica en cambio se plantea como primer Panteón Nacional de Hombres Ilustres, proyecto que se desestima a los años y finalmente se materializará de forma bastante fallida en el actual Panteón.

En conclusión, una visita interesante a edificio singular con mucha historia y arquitectónicamente impresionante.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *